El presupuesto de Biden para 2023: Una jugada política
Por Ernesto X
Hace unos días, el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, hizo público su tercer presupuesto, el cual presentará este jueves. Se espera que enfrente una dura oposición por parte de un Congreso hostil. ¿Qué significa este proyecto? ¿Qué posibilidades tiene de ser aprobado?
En su declaración, el mandatario aprovechó para destacar los logros de su administración, dígase la histórica recuperación de empleos (más de doce millones en veinticinco meses), la caída de la inflación o el avance de la vacunación contra la COVID-19, para luego establecer el enfoque que le quiere imprimir a su presupuesto.
Con este proyecto se busca asegurar el sentido de la responsabilidad fiscal como parte de la propuesta demócrata. En este caso se propone controlar el déficit subiendo impuestos y asegurándose de cobrar los ya establecidos a sectores de altos ingresos y grandes empresas.
Este presupuesto, de 6.9 billones de dólares (lo que si bien puede sonar enorme se puede considerar relativamente pequeño respecto a una economía de 26 billones de dólares cuando se compara con la media de países de similar desarrollo), propone un conjunto de políticas de beneficio social así como masivas inversiones en desarrollar ramas de la economía que por décadas sufrieron de deslocalización.
La Casa Blanca hace sus proyecciones de gastos e ingresos en un período de 10 años a futuro. Para el año 2024, prevé unos ingresos de cinco billones de dólares y unos gastos de 6.8 billones para un déficit de 1.8 billones o 6.8% del PIB. De acuerdo con estos datos, el resultado de las nuevas medidas (tanto los nuevos gastos como los nuevos ingresos por los nuevos impuestos) reduce el volumen del déficit en 2.8 billones de dólares a lo largo de la próxima década.
A continuación, en esta tabla se muestran las propuestas de gastos para los programas discrecionales (es decir, la fracción del gasto público que no es fija y sobre la cual el presidente puede proponer alteraciones).
Biden, y por lo tanto el Partido Demócrata, apuestan por un enfoque socialdemócrata, al buscar restablecer Child Tax Credit (ayuda que se da a padres de bajos ingresos para el cuidado de sus hijos), fortaleciendo las ayudas en servicios médicos. También se invierte en la creación de empleos en el sector industrial, clave para la pugna por los estados del cinturón del óxido del Medio Oeste como estrategia para asegurar el "blue wall", al tiempo que se busca traer de vuelta sectores estratégicos de alto valor agregado e imprescindibles para la competencia tecnológica como es el de los chips, los autos eléctricos y la energía verde.
Las probabilidades de que el Congreso apruebe el presupuesto son prácticamente nulas debido a que los Demócratas no controlan la Cámara de Representantes después de las elecciones de medio término de noviembre, que dieron la victoria a los Republicanos.
Además del contenido controversial del presupuesto para el principal partido opositor, son también bajas las probabilidades de llegar a un acuerdo bipartidista. El actual presidente de la Cámara, Kevin McCarthy, debe su cargo a los votos del Freedom Caucus, ala dura de derecha del partido. Su atrincheramiento ya provocó que fueran necesarias quince votaciones para investir a McCarthy a pesar de tener mayoría, y es de esperar que el líder parlamentario no quiera fomentar luchas internas para alcanzar un acuerdo con el oficialismo.
Así, el presupuesto constituye, más que un proyecto económico con posibilidad seria de materializarse, una declaración política de alto significado y puede interpretarse como un sello de su inminente campaña para la reelección en 2024. Afirmar que, a pesar de que los Demócratas perdieron la mayoría en la cámara baja del Congreso, el presidente estadounidense mantiene su enfoque tanto en política doméstica como exterior.