Mohamed de Arabia Saudita: alteza y majestad a la par

24.06.2022

Por Juan Manuel Vega

El príncipe Mohamed (izquierda) y su padre, el rey Salmán de Arabia Saudita (derecha), en diciembre de 2018 en Riad. Foto de Bandar Algaloud para Agencia Anadolu de Turquía
El príncipe Mohamed (izquierda) y su padre, el rey Salmán de Arabia Saudita (derecha), en diciembre de 2018 en Riad. Foto de Bandar Algaloud para Agencia Anadolu de Turquía

Mohamed bin Salmán, príncipe heredero al trono de Arabia Saudita, es una figura considerablemente influyente en la toma de decisiones, tanto en la política interna y exterior del reino. Pero ¿qué grado de influencia tiene? ¿Reemplaza al monarca en la política cotidiana?

"Reina, pero no gobierna" es una frase tradicional utilizada para referirse a las competencias políticas de los reyes en las monarquías parlamentarias (principalmente europeas), donde los monarcas ocupan la jefatura del Estado pero no así la del gobierno, que queda en manos de un primer ministro. En el caso del príncipe Mohamed, heredero al trono de Arabia Saudita, la frase debería interpretarse en sentido inverso: "gobierna, pero no reina".

Antes de continuar en el desarrollo específico de este artículo, bien vale hacer algunas referencias políticas y económicas generales al país en cuestión, Arabia Saudita.

Como primera consideración, Arabia Saudita es una de las economías más fuertes del mundo, a pesar de ser muy poco diversificada. Miembro del G20, debe su desarrollo económico a su principal exportación, el petróleo; siendo uno de los principales productores mundiales de crudo. En segundo lugar, el reino de Arabia Saudita tiene una función preponderante en la geopolítica del Medio Oriente. Ejerce un alto nivel de influencia en los demás países de la región, y junto con su rival Irán, ordenan política y religiosamente el panorama del Medio Oriente. Esta rivalidad con Irán ha llevado a ambos países a intervenir, política o militarmente, en otros países como Bahréin, Qatar, Siria, Líbano o Yemen a fin de efectivizar ese predominio regional. Por último, hay que tener en cuenta que Arabia Saudita, a diferencia de las monarquías tradicionales europeas, no es una monarquía parlamentaria sino una monarquía absoluta; que es aquella donde el monarca "no está sujeto a limitaciones de ningún tipo en el ejercicio de su poder", ni existe forma alguna de organización basada en separación de poderes (Görling; 1980: 21).


Crecimiento e influencia del príncipe Mohamed

Mohamed bin Salmán bin Abdul Aziz al Saud se transformó en príncipe heredero al trono de Arabia Saudita en 2017 cuando su padre, el rey Salmán, lo designó en lugar de Muhammad bin Nayef, sobrino del rey. A partir de allí, Mohamed comenzó un ascenso casi ilimitado a las decisiones políticas del reino. Lo cual no es algo usual en la política saudita, donde históricamente el monarca siempre ha impuesto su criterio y su decisión, algo tradicional -tal como se explicó anteriormente- en las monarquías absolutas.

Sin embargo, la avanzada edad del rey -85 años- y su presunta condición delicada de salud (se ha llegado a afirmar que padece demencia senil), han propiciado el contexto ideal para que la influencia y la participación del príncipe heredero en los asuntos de gobierno crezcan considerablemente.

Mohamed tiene entre sus planes la modernización del país y la diversificación de la economía; y su confirmación como heredero le asegura el puesto de monarca en los próximos años. A diferencia de sus predecesores, muy probablemente asumirá el cargo de rey siendo muy joven de edad; los reyes Salmán (desde 2015) y Abdullah (2005-2015) asumieron con 79 y 81 años respectivamente, mientras que el príncipe Mohamed tiene actualmente 36 años. Sin lugar a dudas, tendrá un rol preponderante en la política saudita por muchos años.

Lo cierto es que en la actualidad, el príncipe ha asumido casi totalmente el papel del rey Salmán. No solo es únicamente influencia o predominio, sino que verdaderamente podemos hablar de un reemplazo de funciones. Lo ha desplazado en la toma de decisiones cotidianas en materia interna y externa, asumiendo el control total del país. Incluso muchos medios ya han denominado al príncipe como un gobernante "de facto" de Arabia Saudita.


Influencia en política interna y externa del príncipe

Pero, ¿qué influencias concretas ha tenido el príncipe heredero Mohamed en la dirección política de su país? Uno de sus planes está relacionado con la innovación gradual y sostenida de la política interna del reino que permita una incipiente apertura social. Como bien expresa el autor David Hernández Martínez, Arabia Saudita "no es ajena a las fuerzas de cambio que presionan los contornos políticos, económicos y sociales del régimen" y "debe hacer frente a numerosos dilemas domésticos y externos que están determinando tanto el presente como el futuro de la potencia árabe en las próximas décadas" (Hernández Martínez; 2020: 6).

Esta modernización se ha traducido en algunas políticas concretas, de la mano del príncipe. En 2018 se les permitió a las mujeres comenzar a conducir vehículos, asistir a partidos de fútbol, e incluso por primera vez se llevó a cabo un vuelo con tripulación 100% femenina. Sin embargo, todavía persisten enormes injusticias y atropellos a los derechos humanos en el reino. Es aún uno de los países más represivos del mundo en cuanto a los derechos de las mujeres y los derechos humanos en general. La participación política ciudadana es casi inexistente, la libertad de expresión es fuertemente censurada y reprimida y la libertad de culto no existe -la rama sunita del Islam es la única religión oficial y la legislación saudita exige que todos los ciudadanos del reino la practiquen-. Además, la pena de muerte por decapitación es aún sentenciada con mucha frecuencia.

En materia económica el príncipe se propuso un ambicioso plan de diversificación de la matriz productiva saudita, altamente dependiente de la exportación de petróleo, que permita potenciar al reino en materia tecnológica y turística entre otros. Este propósito se materializa en su plan estratégico denominado "Saudi Vision 2030", donde Mohamed elabora sus objetivos y movimientos para lograr la modernización económica. En ese sentido el Fondo de Inversión Pública, un fondo soberano público saudita, juega un papel fundamental y se ha dedicado a invertir millones de dólares en estos sectores. Por ejemplo, este fondo decidió comprar el 5% de la empresa Nintendo, el 96% de la desarrolladora japonesa de juegos SNK, y la totalidad del equipo de fútbol inglés Newcastle. Estas inversiones también tienen como objetivo mejorar la imagen del príncipe y la de Arabia Saudita en el mundo occidental, que ya están bastante deterioradas debido a los avasallamientos en materia de derechos humanos ya conocidos.

Mural en Belfast donde se representa al príncipe Mohamed comprando armas a sus aliados para el conflicto armado en Yemen. 29 de octubre de 2019. Imagen de Kaveh Kazemi para Getty Images
Mural en Belfast donde se representa al príncipe Mohamed comprando armas a sus aliados para el conflicto armado en Yemen. 29 de octubre de 2019. Imagen de Kaveh Kazemi para Getty Images

En cuanto a la política exterior el príncipe ha seguido la lógica del enfrentamiento regional y geopolítico con la República Islámica de Irán, principal rival político y religioso del reino. Ha continuado y dirigido la violenta intervención militar en Yemen contra los rebeldes hutíes, respaldados por Irán, la cual ha causado un sangriento escenario y un enorme daño humanitario en ese país del sur de la Península Arábiga y no ha redituado beneficio alguno para Arabia Saudita ni para su imagen internacional.

Respecto al Líbano, el príncipe continuó este tipo de conflictos subsidiarios con Irán. En 2017, el entonces primer ministro libanés Saad Hariri, aliado de Arabia Saudita, fue "puesto bajo custodia" de las fuerzas de seguridad sauditas en Riad, capital del reino, y renunció a su cargo desde allí. El presidente libanés hablo de "secuestro". Tanto Hariri como Arabia Saudita denunciaron amenazas e injerencias de Irán y su principal aliado en el Líbano, Hezbollah.


El caso Jamal Khashoggi

En 2018 el periodista saudita y residente en Estados Unidos Jamal Khashoggi, crítico del régimen de Arabia Saudita y del príncipe Mohamed, fue torturado, asesinado y posteriormente descuartizado en el consulado saudita en Estambul. Las autoridades turcas acusaron al gobierno de Arabia Saudita y el caso causó gran conmoción en el mundo.

Khashoggi, periodista del Washington Post, era fuertemente crítico del príncipe Mohamed y se posicionaba en contra del inmenso poder que el príncipe heredero posee, de su autoritarismo y de la intervención militar en Yemen. Según The New York Times, allegados al príncipe le exigieron a Khashoggi que moderara sus críticas a Mohamed, pero el periodista no solo no las moderó sino que las intensificó.

Protesta frente al consulado saudita en Estambul reclamando justicia por Jamal Khashoggi. 9 de octubre de 2018. Imagen de Osman Orsal para Reuters
Protesta frente al consulado saudita en Estambul reclamando justicia por Jamal Khashoggi. 9 de octubre de 2018. Imagen de Osman Orsal para Reuters

Si bien Arabia Saudita admitió su asesinato en la representación diplomática en Turquía, rápidamente desligó al príncipe Mohamed del hecho, argumentando que se trató de "una pelea" y un interrogatorio "que salió mal".

El presidente de Turquía Recep Tayyip Erdogan sostuvo que Khashoggi fue "asesinado a sangre fría por un escuadrón de la muerte" enviado desde Riad, y que "se había establecido que su asesinato fue premeditado". En Estados Unidos (un tradicional aliado de Arabia Saudita), un informe de inteligencia divulgado por la nueva administración del presidente Joe Biden a principios de 2021 implicó al príncipe Mohamed en el asesinato de Khashoggi, señalando que el príncipe heredero aprobó un potencial plan para capturarlo o asesinarlo.

Finalmente en abril de este año, un tribunal turco dictaminó que el caso será entregado a Arabia Saudita, donde hay 26 ciudadanos sauditas acusados del crimen del periodista. Pero detrás de ese fallo hay una percepción de impunidad y encubrimiento para con los acusados. Siguiendo esa línea, la delegada de Amnistía Internacional en Turquía Milena Buyum definió el fallo como "una decisión espantosa y claramente política".

Conclusiones

No hay dudas que el príncipe Mohamed es en la actualidad el máximo referente político de Arabia Saudita, por encima del monarca. Y, por consiguiente, un exponente político y religioso fundamental del Medio Oriente.

En ese sentido, hay que destacar siempre los lineamientos políticos, religiosos y culturales generales de Arabia Saudita por un lado; y la rivalidad estratégica y geopolítica con Irán por el otro. El príncipe Mohamed tiene un doble desafío: en lo interno, la modernización, la adaptación occidental gradual, la diversificación económica, la apertura social y cultural; en lo externo, una superación de esa vieja disputa regional y religiosa con Irán que facilite poner fin a conflictos eternos y sangrientos como los de Siria y Yemen.

Sin embargo, no hay evidencias alentadoras que indiquen un camino distinto en ambos desafíos. Las pequeñas libertades otorgadas a las mujeres no contrarrestan en ningún sentido las atroces violaciones sistemáticas a los derechos humanos en Arabia Saudita, que continúan más que nunca. Y el conflicto humanitario en Yemen, continuado por el príncipe, ha llegado a un punto atroz, con miles de muertos y desplazados.

Poco cambiará probablemente en el reino de Arabia Saudita y en la región el día en el que Mohamed sea coronado efectivamente como monarca.


Bibliografía consultada


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