Paraguay: ¿Qué hay detrás del triunfo del Partido Colorado?

02.05.2023

Por Felipe Galli

Santiago Peña, presidente electo del Paraguay.
Santiago Peña, presidente electo del Paraguay.

El mes de abril finalizó con las elecciones generales y departamentales en la República del Paraguay. Se eligió al presidente y al vice, a los 80 diputados, a los 45 senadores, a los 17 gobernadores y a los integrantes de las Juntas Departamentales. Santiago Peña, del oficialista Partido Colorado, se impuso con algo más del 42.7% de los votos sobre el 27.5% de Efraín Alegre, del opositor Partido Liberal (en la alianza Concertación Nacional). En tercer lugar se ubicó Paraguayo "Payo" Cubas, considerado por algunos como el "Milei paraguayo", que con un 22.9% que lo convirtió en la sorpresa de la jornada.

Además de su abultada victoria presidencial, el Partido Colorado (que no ha perdido más que una sola elección en 76 años) aumentó sus mayorías tanto en el Senado como en la Cámara de Diputados, beneficiado por el nuevo sistema de listas abiertas, que permitió la competencia más directa de candidatos nuevos y una mayor fluidez en las estructuras partidarias. Asimismo, los colorados se impusieron en quince de las diecisiete gobernaciones. Como premio de consolación, los liberales ganaron Central (el departamento más poblado donde la gestión colorada salía fuertemente criticada por acusaciones de corrupción), e Itapúa (cuya capital es Encarnación, tercera ciudad más poblada y epicentro del turismo interno). Los colorados retuvieron el Alto Paraná (segundo departamento más poblado) aunque no ganaron en su capital, Ciudad del Este.

Economista, joven y con un historial político limitado al que aún no se le conocen escándalos (algo trágicamente inusual en el Paraguay), a Santiago Peña le tocará encarar un cuadro económico y social complejo a la salida de la pandemia. Del mismo modo, deberá demostrar independencia respecto a su mentor político, el expresidente Horacio Cartes y le tocará reconstruir la dañada imagen que su gobierno tiene en el exterior, luego de que la embajada de los Estados Unidos etiquetara a Cartes y otros funcionarios del Partido Colorado como "significativamente corruptos". Se espera que el resultado electoral (en el cual de todas formas hubo signos evidentes de desgaste, sobre todo entre el voto joven y las áreas urbanas) le de margen de maniobra para lograr estos objetivos.

Pero la política paraguaya es mucho más que solo "votan al mismo partido siempre". De hecho, va más allá del Partido Colorado, del Partido Liberal y las fuerzas minoritarias o terceristas. Esta elección tuvimos la oportunidad de analizarla de cerca. ¿Qué esconden las elecciones paraguayas? ¿Cómo es la política en la orilla norte del río?

La interna colorada, un bipartidismo dentro del bipartidismo que se borra en un abrazo

El Partido Colorado ha gobernado el Paraguay por 71 de los últimos 76 años.
El Partido Colorado ha gobernado el Paraguay por 71 de los últimos 76 años.

Confirmados los resultados, el presidente Mario Abdo Benítez felicitó a Santiago Peña por medio de un mensaje en Twitter y prometió emprender una transición ordenada. Su tono no refleja la exultante alegría de un mandatario que culminará su mandato entregando la banda a un aspirante de su mismo partido. Es que, en efecto, en Paraguay no se cambió de partido, pero sí de espacio político. 

Formación conservadora tradicional surgida a finales del siglo XIX, la Asociación Nacional Republicana / Partido Colorado sostiene uno de los sistemas de partido dominante más arraigados de América Latina. Con la excepción del período 2008-2013, los colorados rigen el Paraguay desde 1947, incluyendo el período de la dictadura de Alfredo Stroessner (1954-1989) y la democracia instalada por medio de un golpe palaciego en 1989. Su hegemonía es tan dura que, aunque Paraguay no está ni entre los cien países más poblados (tiene poco más de seis millones de habitantes), la ANR está entre los veinticinco partidos políticos con más afiliados del planeta.

Hoy por hoy el Partido Colorado está dividido en dos grandes líneas internas de forma cada vez más polarizada. "Fuerza Republicana" responde al presidente Abdo y encarna la versión más tradicionalista del partido (el padre de Abdo fue, de hecho, secretario personal del dictador Stroessner). "Honor Colorado", por otra parte, se puede tomar como una variante más personalista, pues es el sector que responde a Horacio Cartes (HC). Es a este espacio al que pertenece el flamante presidente electo, delfín del controversial Cartes, que de hecho ganó la presidencia en su segundo intento tras haber perdido en 2017 las internas contra Abdo. Las de 2022 le fueron favorables, pero su victoria sobre el candidato de Abdo, el expastor evangélico y periodista Arnoldo Wiens, no fue demasiado abultada.

Y es que en Paraguay alternancia política de todas formas se da, pero en las primarias del Partido Colorado. Es más, se da siempre. Desde la caída de Stroessner, el candidato respaldado por el presidente de turno ha perdido siempre las internas coloradas ante un disidente. De hecho, la única vez que el oficialismo partidario ganó las internas fue en 2008 con Blanca Ovelar (apoyada por Nicanor Duarte Frutos) y esa fue irónicamente la única elección que perdieron.

Peña y su oponente, Arnoldo Wiens, durante el tradicional "abrazo colorado".
Peña y su oponente, Arnoldo Wiens, durante el tradicional "abrazo colorado".

Los colorados han aprendido de esa derrota. Las internas no desaparecieron. De hecho están más presentes que nunca y, a diferencia de tiempos anteriores, los medios tienden a resaltar a qué línea interna pertenecen los dirigentes colorados con mayor habitualidad que antes. No obstante, el partido centenario aprendió a valorar la conservación del poder y, como ya se destacó anteriormente, ha primado la unidad de cara a las generales por sobre todas las cosas.

Esta unidad se consolida en el período posterior a las primarias y se sella por medio del "abrazo colorado", ceremonia en la que los candidatos vencedores de las internas coloradas para cargos ejecutivos se abrazan públicamente con sus oponentes derrotados. Esta probado que la no realización de este ritual puede perjudicar seriamente las probabilidades de victoria de un candidato colorado, pues los electores del oponente vencido pueden sentirse menos inclinados a votar por él y su estructura mostrar menos intención de ponerse a su servicio. 

Así, entre los liderazgos de Cartes y Abdo, el Partido Colorado enfrenta una gran paradoja. Está más internamente dividido que nunca, pero su voto se concentra unitariamente bajo el candidato ungido en las primarias con una mayor facilidad que antes. El período de 1989 a 2013 se caracterizó por altas y bajas constantes por la dispersión de votos colorados a otros candidatos (de 76% en 1989 a 44% en 1993, de 55% en 1998 a 37% en 2003 y el fatídico 31% de 2008). Desde 2013, el apoyo al partido ha bordeado el 45 a 46% sin importar cuán dura fuera la contienda interna anterior.

Una oposición dividida con poco que ofrecer

El liberal Efraín Alegre fue derrotado en su tercer apuesta presidencial.
El liberal Efraín Alegre fue derrotado en su tercer apuesta presidencial.

La opinión sobre los motivos para la falta de alternancia en el gobierno paraguayo varía dependiendo de a qué paraguayo le preguntes. Los colorados te dirán que ganan debido a su fuerte estructura y su exitosa apelación a los sentimientos nacionales tradicionales de la población paraguaya. Los opositores, por su parte, resaltarán prácticas como irregularidades y abuso de los recursos del Estado.

Independientemente de los motivos, lo cierto es que esta elección perjudicó a prácticamente todos los opositores interesados. En principio, resultó en una hecatombe para la principal coalición opositora, la Concertación Nacional, que encabeza el exministro de Obras Públicas y líder del Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA), Efraín Alegre. En el que fue su tercer intento de arribar al Palacio de los López, Alegre recibió menos del 27.5% de los votos, una pérdida de casi quince puntos respecto a 2018, cuando se quedó menos de cinco puntos por debajo de Abdo y de hecho obtuvo el mejor resultado para un candidato liberal desde que el partido perdiera el poder en 1940.

Sobre Alegre pesa buena parte de la responsabilidad en el resultado y las razones saltan a la vista. Cuesta mucho vender una plataforma de cambio y renovación desde una imagen desgastada después de dos candidaturas fallidas y una gestión ministerial que fue objeto de profundas críticas, sobre todo a la hora de enfrentar un oficialismo que (reelección prohibida mediante) está obligado a renovar caras y tiene una disputa interna más dinámica. Aún así, hay que reconocer que Alegre no está solo y su derrota se debe también a cuestiones coyunturales que lo exceden. El Partido Liberal (formación amplia que aglutina tanto a liberales clásicos como a reformistas y socialdemócratas) tiene una estructura arraigada y un aparato aceitado que resulta insuficiente e ineficaz para derrotar por sí solo al Partido Colorado, pero que es apabullante ante cualquier intento de construir un partido opositor alternativo. Y es que una buena proporción de los electores estarán descontentos con los colorados, pero jamás votarían a un candidato liberal, lo que pone severas trabas al ideal de un triunfo opositor en Paraguay.

Es destacable que el PLRA se encuentre entre los treinta partidos con mayor afiliación a nivel global a la par que no logra superar ni un tercio de los votos por sí solo en un país de electorado pequeño. No obstante, es evidente que de cara al futuro el partido tendrá que realizar una gran renovación interna. Sus victorias en las contiendas gubernativas de Central e Itapúa demuestra que ellos siguen teniendo la llave del éxito para cualquier expectativa de una victoria opositora en el Paraguay.

Este resultado probablemente ponga punto final a una década de dominio indiscutido por parte de Alegre tanto de la oposición paraguaya en general como del PLRA en particular. Los crecientes cuestionamientos internos que venía recibiendo su liderazgo durante los últimos años en el partido azul (a pesar del sólido triunfo obtenido en las internas de la Concertación) presagiaban en gran medida sus escasas chances de triunfo. No sirvió de mucho la candidatura a vicepresidenta de Soledad Núñez, antigua funcionaria del gobierno de Horacio Cartes. Su fallida apuesta como dupla presidencial de Alegre también trastoca las chances de un posible ascenso político de esta dirigente, perfilada como un nuevo liderazgo.

Paraguayo Cubas, candidato por Cruzada Nacional.
Paraguayo Cubas, candidato por Cruzada Nacional.

Sin dudas el opositor que mejor posicionado sale de la elección es el polémico Paraguayo "Payo" Cubas, por el Partido Cruzada Nacional. Sin embargo, este no ha reconocido el resultado, denunciando fraude, y sus partidarios organizan protestas frente a los edificios de la autoridad electoral.

Con una agenda que combina elementos de populismo, ultranacionalismo y ultraconservadurismo, Payo (a quien sus seguidores buscan promocionar como una versión local del argentino Javier Milei) logró captar una buena cantidad de votos de colorados desconentos y una abrumadora cantidad de votos opositores cansados de Alegre. Tuvo éxito en buena parte del electorado joven, cada vez más desencantado con la política tradicional. Oriundo de Ciudad del Este, supo también apelar a ciertos votantes del interior paraguayo frente a dos candidatos capitalinos (tanto Peña como Alegre son de Asunción) con escasa identificación popular.

El ascenso del movimiento de Cubas, que fue el último candidato en emitir su voto rodeado de seguidores a cinco minutos de cerrar la jornada, es evidente. No obstante, enfrenta numerosos baches. En particular su falta de estructura, veedores y militantes comprometió sus votos en un país donde el aparato lo es todo. Asimismo, es muy poco probable, de cara al futuro, que logre que otros espacios de la oposición se encolumnen a su alrededor y no parecen existir probabilidades de un acercamiento con la Concertación. Todo esto no solo compromete al propio Cubas como un líder opositor viable, sino a toda la oposición paraguaya en su conjunto, al convertir su fragmentación en una condición crónica.

Miguel Prieto, intendente de Ciudad del Este, fracasó en capturar la gobernación de Alto Paraná.
Miguel Prieto, intendente de Ciudad del Este, fracasó en capturar la gobernación de Alto Paraná.

Además de Alegre y Cubas, otro opositor al coloradismo fuertemente perjudicado fue el intendente de Ciudad del Este, Miguel Prieto, del movimiento localista "Yo Creo". Prieto no era candidato en estas elecciones, pero intentó apuntalar a su abanderado, Daniel Mujica, para la gobernación del Alto Paraná, con el objetivo de elevar su movimiento municipal al nivel departamental con miras a una posible candidatura nacional en 2028. Los colorados dieron especial atención a esta contienda departamental, convencidos de que la victoria sobre Alegre y Cubas era relativamente fácil y temerosos del posible surgimiento de un oponente poderoso por fuera de los liberales y con mayores probabilidades de consenso que Cubas.

Sin embargo, el resultado asestó un duro golpe para Prieto con la victoria de César "Landy" Torres, exintendente colorado de la localidad de Santa Rita. La cuestión fue en realidad muy sencilla: "Yo Creo" obtuvo la victoria en Ciudad del Este pero no pudo contrarrestar los abrumadores triunfos de los colorados en el resto de los municipios del departamento. Prieto terminó siendo víctima del ninguneo de los partidos opositores paraguayos al electorado rural, que termina convirtiéndose en el bastión más leal de los colorados.

Como nota final, se resalta el desplome absoluto de la izquierda política. El principal partido de izquierda del país es el Frente Guasú ("Frente Amplio" o "Frente Grande"), del expresidente Fernando Lugo (exobispo que ganó las elecciones de 2008 con apoyo de los liberales y fue derrocado por un controvertido juicio político en 2012, único presidente no colorado en casi ocho décadas). El partido perdió casi toda su representación parlamentaria y buena parte del voto antibipartidista migró de la izquierda a la derecha, pues fue a parar a la formación de Payo Cubas.

Así, Paraguay sale de este proceso electoral con una oposición dividida en varios frentes, incapaz de superar el internismo y con tendencia a replicar las peores prácticas que denuncian a los colorados y, por lo que demuestra el escrutinio, sin siquiera hacerlo de manera que esto les propicie rédito electoral.

Irregularidades como norma

Carpa del Partido Colorado en Ciudad del Este, en plena jornada electoral frente a un centro de votación.
Carpa del Partido Colorado en Ciudad del Este, en plena jornada electoral frente a un centro de votación.

"Estamos bien, muy bien, tanto para gobernador como para presidente" manifestaba con vehemencia una señora, militante colorada de toda la vida, durante la jornada electoral. Ante la pregunta de las posibilidades de Payo Cubas, declaró que "Payo no tiene estructura, no tiene veedores. Sus votos son del que compra y Cartes tiene más para pagar que Efraín, así que ganamos nosotros".

Tal respuesta, que escandalizaría a cualquier purista de la transparencia institucional, es tomada por los paraguayos con absoluta naturalidad. Puede ser cierto o no, pero lo que sí es cierto es que las irregularidades electorales en Paraguay no existen porque no son irregularidades, son normas. Los partidos y sus militantes (y no solo el Partido Colorado) manejan importantes sumas de dinero y se dedican al reparto de víveres, el acarreo de votos, difusión de bocas de urna dudosos y, en casos más extremos, voto asistido cuando este no sería necesario. La organización de estas actividades es tan minuciosa que, desde afuera, cuesta verlo como un delito. Pareciera que estuvieran realizando el más honesto y honrado de los trabajos.

Además de las irregularidades cometidas por los partidos, la administración del proceso electoral no estuvo exenta de críticas. Tan solo tres días antes de la votación, la autoridad electoral anunció que se reglamentarían las sanciones para hacer cumplir el voto obligatorio (previsto por la constitución pero nunca reglamentado). El uso del nuevo sistema de voto electrónico, aunque agilizó mucho el escrutinio, ralentizó inmensamente la jornada electoral por la abrumadora cantidad de votantes que no sabían emplear las máquinas de votación y debieron solicitar asistencia. A pesar de que los colegios electorales llenos aún a una hora del cierre de los comicios dio la ilusión de una participación abrumadora, la concurrencia se restringió a un "moderado" 63%, solo dos puntos más que en 2018.

En cuanto a la política exterior, dos notas de interferencia extranjera pudieron jugar un papel en la jornada. La actitud de la embajada estadounidense al marcar a funcionarios del Partido Colorado como "significativamente corruptos" tan solo semanas antes de las internas partidarias (lo que provocó la caída en desgracia del vicepresidente Hugo Velázquez, entonces precandidato del oficialismo que tuvo que ser reemplazado por Wiens por estar entre los mencionados) sentó mal ante los ojos de muchos paraguayos que pudieron verlo como un signo de injerencia electoral por parte de la administración de Joe Biden. Más tarde, la noción de que Alegre tenía intenciones de acercarse a la República Popular China en detrimento de Taiwán motivó un extenso lobby de la embajada taiwanesa a favor de los candidatos colorados, algo habitual en Paraguay por ser uno de sus últimos bastiones diplomáticos.

Fuera de la política, varios ciudadanos paraguayos responden a estas prácticas y deficiencias institucionales en sus actitudes sociales. Dicen que la política es consecuencia de sus ciudadanos y no al revés, pero cuesta determinar si vino primero el huevo o la gallina en un país que se gobernó por dos siglos de manera tan vertical. Seccionaleros de partidos mayoritarios reciben llamadas por parte de "sus" votantes (un posesivo para nada metafórico) solicitando la solución de problemas comunes (calles rotas, fallas de alumbrado, etc.), comprometiendo su voto para ello. Prácticas de clientelismo que en Argentina son también habituales, pero que en Paraguay (en un estado de estabilidad macroeconómica y un clima fértil para las inversiones) parecen ser mucho más abiertas.

En ese sentido y en una nota positiva, algo que destacó esta vez fue el aumento de la denuncia ciudadana a la mala praxis electoral, sobre todo en Asunción. Irregularidades que antes eran pasadas olímpicamente por alto se vieron registradas y denunciadas por primera vez. Algunas organizaciones de observación ciudadana, como Alma Cívica (que los colorados critican como ligada a la Concertación) denunciaron que la autoridad electoral les negó el registro y reglamentó criterios para la observación independiente que no se condicen con la realidad política del país, como la no afiliación (en un país donde más de la mitad de la población está afiliada a algún partido político y donde las veedurías electorales responden a los partidos sin restricciones).

Conclusión

Los comicios en Paraguay han sido una victoria en todo sentido para la política tradicional y trastoca las expectativas de cambio político en buena parte de la población paraguaya, en particular la juventud. La ausencia de balotaje y la falta de unidad del anticoloradismo se pueden considerar los principales responsables. Aún así, en medio de las irregularidades Paraguay pudo realizar elecciones dentro de todo exitosas, con un resultado creíble y sin incidentes violentos. Quedará por ver cómo encara Peña (muy dependiente de la división opositora pero también de los votos de Cartes) el complicado escenario de un país empobrecido y fuertemente asolado por la corrupción y el narcotráfico.
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